3. Materiales cartográficos

En primer lugar es necesario encuadrar correctamente el material objeto de este trabajo, el documento cartográfico manuscrito de carácter militar. Para ello, se siguen las vigentes Reglas de Catalogación del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. En su redacción actual, de 1995, indica de forma explícita:

Se consideran materiales cartográficos a aquellos documentos que representan totalmente o parcialmente la tierra u otro cuerpo celeste a cualquier escala, los mapas y planos en dos o tres dimensiones, mapas digitales, cartas aeronáuticas, marinas y celestes, los globos, los cortes de terreno, las fotografías aéreas, los atlas, las vistas a vuelo de pájaro, las imágenes de satélite o de teledetección, vistas de ciudades, etc.[1]

En consecuencia, cuando se habla de materiales cartográficos se hace también referencia no solo a los mapas y planos –quizás el sentido más evidente–, sino que también deben considerarse los globos terráqueos, las cartas náuticas, los planisferios, las fotografías de planetas o satélites que muestren su orografía, y todo documento que represente la Tierra o cualquier otro cuerpo celeste.

Esta diversidad de soportes y tipos documentales ha facilitado su utilización como instrumentos imprescindibles para conocer –a lo largo de la historia pero también en la actualidad–  los cambios geográficos del mundo en sus aspectos políticos, físicos o sociales, así como su empleo en diferentes campos de la investigación como la educación, el turismo, los medios de comunicación, etc.[2]

Dentro de toda esta diversidad de materiales cartográficos, este trabajo se centra de forma específica en los documentos manuscritos, y más concretamente en los mapas y planos  militares, con toda la variedad que esta categoría posee.

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A. Cartografía militar

La cartografía, como se ha mencionado anteriormente, es la herramienta que utiliza el estamento militar para conocer la geografía, la orografía y la topografía de un espacio determinado.

Simplificando al máximo, el estamento militar debe su propia existencia a un doble objetivo fundamental: defender el territorio propio y conquistar el terreno enemigo. Por ello es básico disponer de documentos cartográficos actualizados y veraces, tanto de las plazas fuertes propias a defender como del territorio enemigo a conquistar. Tan fundamental era poseer cartografía propia como poder acceder a la del enemigo.[3]

Existe por tanto una muy estrecha relación histórica entre la cartografía y los militares, “hasta el punto de figurar algunos de ellos entre los mayores impulsores de su desarrollo, y todos entre sus usuarios habituales.[4] Ello explica, como continúa anotando MARTÍN LÓPEZ, que en la mayoría de los países, los organismos encargados de la confección de la cartografía oficial hayan sido hasta fecha muy reciente, e incluso en algunos casos aún hoy, instituciones militares, como el Centro Geográfico del Ejército en el ámbito español.

Puesto que este trabajo versa sobre el documento manuscrito militar y su utilización en la Guerra de la Independencia Española, ese es también el límite temporal que se impone. Este límite, situado habitualmente en 1815, con la batalla de Waterloo, no está dispuesto al azar, sino que se corresponde con la última guerra de escala continental en que la gran mayoría de los materiales cartográficos mantuvieron aún un formato manuscrito. A partir de esas fechas, la mayoría de los documentos cartográficos militares adoptan el formato impreso, aunque por sus características temáticas sigan siendo de utilización muy reservada, otra de las características de estos materiales.

En efecto, la inclusión en estos documentos de información de alto valor estratégico y táctico para la seguridad y la defensa de un territorio ha hecho que el acceso a los mismos haya sido muy restringido, puesto que la posesión de estos documentos descubre y facilita el conocimiento de las defensas propias. De ahí la utilización reservada y restringida de este tipo documental. La información que un documento cartográfico puede transmitir es valiosa no solo para quien lo ha realizado, sino también, e incluso en mayor grado, para sus enemigos. Esta es la razón por la que el poder político y militar ha adoptado tradicionalmente severas medidas de protección y supervisión de la producción cartográfica, llegando a ser considerada como secreto de estado.[5] Como contrapartida negativa, esta política de secreto ha supuesto en numerosas ocasiones un obstáculo casi insalvable para el desarrollo de la cartografía, pues ha obligado a redescubrir muchas técnicas y herramientas ya inventadas en épocas anteriores.[6]

Los documentos cartográficos militares transmiten información, por eso tienen la categoría de documentos. Pero es importante constatar que la mayoría de las veces esa información tiene un carácter completamente utilitario. En definitiva, al estratega le interesa conocer, por ejemplo, si en una determinada extensión de terreno hay vegetación, si existe arbolado. Y no tanto qué tipo de árbol es, puesto que el dato importante es si la existencia de esa masa arbórea puede llegar a suponer un impedimento para los movimientos de tropas y materiales por el territorio. Como pone de manifiesto BONET CORREA,

un mapa sirve para que el estratega pueda mover sus tropas sobre un campo como si éste ya se hubiera frecuentado previamente. Para el asalto y la conquista de una plaza fuerte es necesario saber cuáles son sus partes interiores, el grosor de sus muros y sus puntos más endebles. Para las retiradas estratégicas es también indispensable conocer los lugares recónditos, los repechos y repliegues del terreno, con el fin de enmascarar y salvaguardar la huida.[7]
Fragmento de Corographía y descripción del territorio de la Plaza de Badaxos y fronteras del Reyno de Portugal, por Bernabé de Gaynza Allafor, 1658-59 (Fuente: Archivo Militar de Estocolmo, SE/KRA/0406:22:004:001).

Una última característica formal de los documentos cartográficos militares manuscritos es la de ser, en principio, documentos únicos. En efecto, estos documentos, por ser manuscritos y dibujados de forma artesanal, deberían ser únicos, sin posibilidad de copia. Sin embargo, este rasgo de unicidad choca frontalmente con las necesidades burocráticas militares, en las que los diversos consejos, comisiones y órganos colegiados necesitan una copia de estos documentos para su trabajo. Por tanto, desde los organismos militares se ha intentado obtener tradicionalmente varias copias, lo más parecidas posible, de cada plano original. Para ello se han utilizado varios medios, como el dibujo sucesivo de varias copias del plano:

Los originales de los Mapas, y Relaciones los entregará el Ingeniero comisionado al Director, quien dispondrá se saquen tres copias en limpio, la una pasará al Capitán General, para archivarla en su Secretaría, otra al Ingeniero General, para su uso, y la otra para que se deposite en el Archivo de Fortificaciones de mi Secretaría de la Guerra.[8]

También se han empleado mecanismos, no por rudimentarios menos ingeniosos y efectivos, como la utilización de alfileres que marcaran los puntos más importantes del trazado de un mapa o plano sobre una hoja de papel en blanco situada por debajo.[9]

PONER IMAGEN DE LOS ALFILERAZOS


  1. Reglas de Catalogación. Madrid: Ministerio de Cultura, 1995, p. 129.
  2. Los materiales cartográficos en Biblioteconomía y Documentación [en línea]. Dokumentalistas, Recursos para profesionales de la Información y la Documentación [Consulta: 7 de julio de 2017] <http://www.dokumentalistas.com/articulos/los-materiales-cartograficos-en-biblioteconomia-y-documentacion/>.
  3. Para conseguir información cartográfica actualizada del enemigo existían al menos tres alternativas distintas: el espionaje, la información proporcionada por los prisioneros de guerra y los documentos que portaban quienes se cambiaban de bando, algo bastante habitual entre los ingenieros militares de la Edad Moderna. A este respecto, véase: Carlos SÁNCHEZ RUBIO, Rocío SÁNCHEZ RUBIO e Isabel TESTÓN NÚÑEZ: El Atlas Médici de Lorenzo Possi, 1687. Piante d’Estremadura e di Catalogna. Badajoz: 4 Gatos, 2014.
  4. José MARTÍN LÓPEZ: Historia de la Cartografía…, p. 14.
  5. Carlos SÁNCHEZ RUBIO: Badajoz, 1811-1812..., p. 17.
  6. José MARTÍN LÓPEZ: Historia de la Cartografía…, p. 14.
  7. Antonio BONET CORREA: Cartografía militar de plazas fuertes y ciudades españolas. Siglos XVII-XIX. Planos del Archivo Militar Francés. Madrid: Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1991, p. 40.
  8. Artículo 15 del título 7º del tratado 2º de las Ordenanzas de S.M. para el servicio del cuerpo de ingenieros en guarnición, y campaña. Madrid: Antonio Marín, 1768, tomo IV, p. 227.
  9. Este método tradicional de los alfileres fue el utilizado por los ingenieros militares del siglo XVII para obtener múltiples copias, idénticas entre sí respecto a la información proporcionada, de un mismo documento. Véase: Carlos SÁNCHEZ RUBIO, Rocío SÁNCHEZ RUBIO e Isabel TESTÓN NÚÑEZ: El Atlas Médici de Lorenzo Possi…, p. 118.

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Excepto cuando se especifiquen otros términos, El documento cartográfico militar manuscrito por Carlos Sánchez Rubio se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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