10. Contexto histórico
La Revolución Francesa de 1779, y con ello el final del Antiguo Régimen, fue un suceso de extraordinarias consecuencias que produjo convulsiones por todo el territorio europeo. El final del siglo XVIII quedó marcado por numerosos conflictos y guerras entre la Francia revolucionaria, y posteriormente la imperial de Napoleón Bonaparte, y el resto de países del continente. En España este periodo estará caracterizado, además, por enfrentamientos entre las élites sociales y culturales, entre los partidarios de seguir los postulados de la revolución y los temerosos de perder el statu quo imperante. Pero también es una época de discordias crecientes en la Familia Real,[1] que desembocaron finalmente en la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII en 1808.
El detonante final para el estallido de la Guerra de la Independencia Española hay que buscarlo en la necesidad del ejército napoleónico de atravesar la península con la intención de bloquear el tráfico marítimo entre Portugal e Inglaterra, para así ahogar el comercio con las islas británicas, provocar su desabastecimiento –pues algunos de sus principales puertos suministradores se encontraban en Portugal–, y debilitar a su principal enemigo.
De esta forma, los ejércitos imperiales entraron en España como aliados en octubre de 1807 para dirigirse teóricamente hacia Portugal. Pero este movimiento encubrió una ocupación del territorio español que desembocó, tras el 2 de mayo de 1808, en un levantamiento popular contra el ejército francés y sus aliados, entre los cuales, nunca hay que olvidarlo, había también tropas españolas. Esta última característica confirió además al conflicto algunos de los perfiles de una auténtica guerra civil.
Durante casi seis años, entre 1808 y 1814, la península se convirtió en un teatro de batalla donde los ejércitos británicos, franceses, españoles y portugueses principalmente, dirimieron batallas y protagonizaron asedios tanto fallidos como victoriosos, con inmensos movimientos de tropas por todo el territorio peninsular.
Pero a pesar de esos grandes movimientos de tropas por toda la geografía, los trescientos mil soldados con los que contaba el ejército napoleónico en la Península Ibérica nunca pudieron garantizar una ocupación efectiva del territorio peninsular.[2] Finalmente, tras la batalla de Toulouse, el 10 de abril de 1814, pudo darse por concluida esta guerra, que terminó con la expulsión del ejército imperial de la península y la reposición de Fernando VII en el trono de España.
Pero la Guerra de la Independencia, un episodio más de las guerras napoleónicas que sacudieron el continente hasta la final y decisiva batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815,[3] fue sin duda un capítulo diferente y determinante para la derrota napoleónica y, por tanto, para el futuro de Europa. Las experimentadas tropas de Napoleón, que habían recorrido victoriosas los campos de batalla de toda Europa, se vieron sorprendidas por el escenario que se les presentó en la península. No solamente debían luchar contra un ejército regular, al que derrotaron de forma casi constante pero que volvía a rehacerse una y otra vez; además de eso, “los frentes de combate se diversificaron sin previo aviso, por sorpresa, así como las armas y las tácticas de ataque se multiplicaron fuera de los márgenes de la ortodoxia militar.”[4]
El ejército español, derrotado en el campo de batalla una vez tras otra, reaparecía poco después para seguir luchando y desgastando al enemigo; las desorganizadas partidas de guerrilleros, por su parte, obstaculizaban de forma sistemática el control del territorio por parte del ejército napoleónico, al que no le quedó otra alternativa que adoptar una táctica defensiva, algo en lo que no era tan experto. Y así surgió entre sus filas el miedo, como señala igualmente HERRERO FERNÁNDEZ-QUESADA;[5] las tropas francesas se vieron afectadas por el miedo, por el terror a un enemigo formado por todo un pueblo combatiente y ubicuo, que deshacía cualquier estrategia militar ortodoxa, algo a lo que no se habían enfrentado en ninguna otra latitud europea.
En este contexto, el territorio extremeño fue uno de los espacios clave de la Guerra de la Independencia Española. Su posición geográfica, casi en el centro peninsular, y su carácter de paso forzoso en cualquier comunicación entre España y Portugal convirtieron la región en un enclave vital para todos los ejércitos en esta guerra.
A las características generales de esta guerra, con objetivos y propósitos tan distintos para cada uno de los ejércitos, hay que sumar
la complejidad que añadió este escenario al desarrollo de la que los historiadores franceses denominan Guerra de España, los británicos Peninsular war, los españoles Guerra de la Independencia, y que recibió el calificativo de desdichada y “la causa primera de las desgracias de Francia” por parte de su instigador, Napoleón Bonaparte.[6]
Ya desde 1809, cuando el duque de Wellington, comandante de las tropas aliadas luso-británicas, estableció su cuartel general en Badajoz durante algunos meses, la posesión, control y aseguramiento del territorio extremeño se había convertido en un objetivo primordial para el ejército napoleónico.[7] Las tropas de Wellington, por su parte, una vez aseguradas sus posiciones en el interior de Portugal, con las famosas líneas de Torres-Vedras defendiendo Lisboa, entraban a combatir en territorio español solo cuando las circunstancias les eran propicias. Mientras, el ejército español de la zona, encabezado inicialmente por el marqués de la Romana y, tras su muerte, por el general Castaños, trataba de mantener sus posiciones e intentaba hostigar al enemigo.
Por todas estas circunstancias, el peso estratégico de la zona extremeña, de la Raya, fue aumentando a lo largo de todo el conflicto. El dominio y control de este territorio se reveló fundamental para los tres ejércitos en liza para la resolución final de la guerra. De ahí la sucesión de episodios bélicos que tienen este territorio de frontera como escenario, como los asedios puestos por los diferentes ejércitos en estos años: Olivenza en dos ocasiones, ambas en 1811; Campo Maior en 1811; Ciudad Rodrigo en otras dos oportunidades en 1810 y 1812, y Badajoz hasta en cuatro ocasiones entre 1811 y 1812.[8]
Pero también fueron varias las ocasiones en que los ejércitos se enfrentaron directamente en batallas que tuvieron lugar en el espacio fronterizo, incluyendo la actual región extremeña, siendo algunas de las más relevantes las batallas de Talavera (1809), Medellín (1809), Cantalgallo (1810), Santa Engracia (1811), La Albuera (1811), Arroyomolinos de Montánchez (1811) e incluso la de los Arapiles, en las cercanías de Salamanca (1812).[9]
- Miguel RODRÍGUEZ CANCHO (coord.): La Guerra de la Independencia en Badajoz (1808-1814). Badajoz: Ayuntamiento de Badajoz, 2008, p.11. ↵
- Gregorio TORRES GALLEGO: “La Guerra de la Independencia en Extremadura durante 1811: La Batalla de La Albuera, participación artillera”. En: II Jornadas Artilleras de Extremadura. Badajoz, Grupo de Artillería XI, 2002, p. 35. ↵
- Alessandro BARBERO: La batalla. Historia de Waterloo. Madrid: Destino, 2004. ↵
- María Dolores HERRERO FERNÁNDEZ-QUESADA: “El ejército en la Guerra de la Independencia. Badajoz en la frontera”. En: RODRÍGUEZ CANCHO, Miguel (coord.): La Guerra de la Independencia en Badajoz..., p. 203. ↵
- Íbidem, p. 204. ↵
- Miguel MELÓN JIMÉNEZ: “Extremadura en la Guerra de la Independencia. Un complejo teatro de operaciones militares (1808-1812)”. En: Isabel TESTÓN NÚÑEZ, Rocío SÁNCHEZ RUBIO y Carlos SÁNCHEZ RUBIO.: Cartografía de un espacio en guerra…, p. 23. ↵
- Gregorio TORRES GALLEGO: “La Guerra de la Independencia en Extremadura durante 1811: La Batalla de La Albuera, participación artillera”. En: VV.AA. II Jornadas Artilleras de Extremadura..., pp. 35- 51. ↵
- Carlos SÁNCHEZ RUBIO: Badajoz, 1811-1812... ↵
- Para tener una visión general de la Guerra de la Independencia Española puede consultarse la obra José Gregorio CAYUELA FERNÁNDEZ y José Ángel GALLEGO PALOMARES: La Guerra de la Independencia. Historia bélica, pueblo y nación en España (1808-1814). Salamanca: Universidad de Salamanca, 2008. También Ricardo GARCÍA CÁRCEL: El sueño de la nación indomable. Los mitos de la Guerra de la Independencia. Madrid: Booket, 2008. Por último, Carlos GARCÍA SANTACARA: La Guerra de la Independencia vista por los británicos 1808-1814. Madrid: Antonio Machado Libros, 2005. ↵