8. Cartografía de gabinete

En paralelo a la transformación científica surge en la Europa de finales del siglo XVII y todo el siglo XVIII la llamada cartografía de gabinete, que se convierte con los años en una auténtica industria cultural. Se trata de un producto de la utilización propagandística de la cartografía, que poco a poco va calando entre los sectores más acomodados de la sociedad. La nobleza y fundamentalmente la naciente burguesía encuentran en la cartografía un objeto suntuario, que confiere prestigio a su propietario. Un público ávido de novedades geográficas y de noticias sobre las campañas militares encuentra en los mapamundis, los globos terráqueos o los planos de ciudades fortificadas unos objetos que otorgan un toque de distinción, por lo que numerosos impresores se lanzan a la edición de mapas y planos generales, alejados ya de las ataduras militares, que colmen esa creciente demanda. La exactitud de la información geográfica se supedita a la creciente decoración y embellecimiento que realizan los editores en sus planos para satisfacer las necesidades de su público.

La cartografía de corte o de gabinete no es elaborada por científicos o por ingenieros militares, sino por empresas y dinastías familiares que cada vez realizan menos trabajo de campo, menos observaciones topográficas, menos toma de datos. Esta industria cultural de la época se muestra ya más interesada en la venta que en la fiabilidad completa de su producción cartográfica.

Este tipo de cartografía, cuyos máximos representantes en Francia y España son Jean Baptiste Bourguignon D’Anville[1] y Tomás López, respectivamente, no utilizará la observación propia del terreno para elaborar sus mapas, como hacían los ingenieros anteriores; pero tampoco las mediciones científicas geodésicas, como los cartógrafos posteriores. En lugar de ello, estos geógrafos, como preferían ser nombrados, emplean fuentes secundarias para formar sus planos.

Carte la plus Generale et qui comprend la Chine, la Tartarie Chinoise et le Thibet / Dressée sur les Cartes particulieres par les RR. PP. Jesuites, por Jean-Baptiste Bourguignon d’Anville, 1734 (Fuente: Biblioteca Nacional de España, MV/20).

Partiendo de cuestionarios enviados a informantes locales, bienintencionados pero poco rigurosos, que debían registrar datos como el tamaño de la población, las poblaciones vecinas, la distancia entre ellas, los accidentes geográficos de los alrededores, etc., la labor de estos geógrafos se centraba en la recomposición de todos esos datos y la plasmación sobre el papel. Pero puesto que el origen de los datos eran informantes sin una preparación científica, las desviaciones entre lo informado y la realidad podían llegar a ser altamente significativas. El trabajo de estos geógrafos era pues uniformar los datos, utilizando para ello su juicio o la media de las observaciones, aunque no hubieran pisado jamás el terreno cartografiado. Del propio D’Anville, el máximo representante de este tipo de cartografía en toda Europa, se decía que nunca había viajado más allá de París.[2]

En España esa cartografía de gabinete se encarna en la obra de Tomás López, quien desde su taller madrileño –donde también se vendía su producción– desarrolló durante años la formación, impresión y publicación de mapas particulares de los reinos, provincias y ciudades de España con el fin de completar lo que fue su gran proyecto: la realización de un gran Atlas de España. Se presenta a continuación el mapa realizado por Tomás López del partido de Jerez de los Caballeros en 1784, ejemplar conservado en la Biblioteca Nacional de España.

Mapa Geográfico del Partido de Xerez de los Caballeros, por Tomas López, 1784 (Fuente: Biblioteca Nacional de España, MR/2/097).

No hay que desdeñar tampoco la importancia de este tipo de cartografía. Es necesario reconocer la importancia del trabajo de estos cartógrafos-editores para la popularización de la cartografía entre capas cada vez más extensas de la sociedad. Gracias a sus ediciones de gran tirada y difusión y con precios al alcance de casi todos los bolsillos, posibilitaron la creación de una cultura y gusto por la cartografía que de otra manera no habría existido.

Por contra, al no llevar a cabo observaciones personales topográficas ni astronómicas, y no haber recorrido siquiera el territorio representado en sus mapas, utilizando para sus ediciones fuentes secundarias e informes no contrastados, los mapas resultantes resultaron ser inexactos y poco fidedignos en diversos grados. El propio Tomás López era consciente de la limitación de esta forma de trabajar como geógrafo; en su obra Principios geográficos aplicados al uso de los mapas explica, defiende y justifica su forma de trabajar:

El geógrafo trabaja en su casa teniendo a la vista papeles varios de un mismo terreno, que compara y adapta lo que según su buena crítica es más perfecto. No es ministerio suyo levantar planos, porque para eso hay otras clases de gentes… Si los geógrafos necesitaran ver y medir la Tierra que comprenden sus mapas, ninguno hubiera podido durante su vida publicar una sola de las cuatro partes de Tierra.[3]

Desde un punto de vista militar, este tipo de cartografía de gabinete no tiene, en principio, ningún valor. Unos planos basados en informes secundarios y no en la observación y toma de datos directa sobre el terreno no sirven a los objetivos militares, que necesita conocer con precisión el territorio por donde efectivamente deben discurrir los ejércitos, el recorrido exacto de una población a otra para calcular las jornadas de marcha, la distancia entre los abrevaderos para abastecer a las bestias de carga o qué vados existen y cuáles son más aconsejables para la artillería y la caballería.

Fragmento de Der Landschaft Estremadura. Nordöstlicher Theil oder der Distikt Truxillo, de Franz Johann Joseph Reilly, ca. 1790, basado en los planos de Tomás López (Fuente: Archivo 4 Gatos)

Sin embargo, por cuestiones obvias, en ocasiones esta era la única cartografía de la que disponía un ejército con la representación de un territorio enemigo, no explorado por sus ingenieros; por tanto, no quedaba otro remedio que utilizarla, a pesar de sus evidentes fallos y falta de fiabilidad.[4] Esta situación será una de las características de los primeros tiempos de las guerras napoleónicas y, más concretamente, de la Guerra de la Independencia de España, como se expone en el capítulo correspondiente.


  1. Más información sobre este autor en Carmen LÍTER MAYAYO: La obra de Tomás López. Imagen cartográfica del siglo XVIII. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Biblioteca Nacional, 2002, p. 10. Véase además: Carlos SÁNCHEZ RUBIO (coord.): Historia e imagen de un asedio. Badajoz 1705. Badajoz: 4 Gatos, 2010, pp. 20-21.
  2. Antonio CRESPO SANZ y María Isabel VICENTE MAROTO (coord.): Mapas Antiguos de España…, p. 71.
  3. Citado por Carmen LÍTER MAYAYO: La obra de Tomás López…, p. 14.
  4. Los archivos militares europeos conservan multitud de ejemplares de este tipo de cartografía de gabinete. Por poner un único ejemplo, en el Archivo Militar de Estocolmo (Suecia) se conserva una colección casi completa de la obra de Tomás López sobre España. Para el alto mando era preferible una cartografía incompleta a ninguna cartografía sobre un territorio. Véase la colección de Tomás López en el Archivo Militar de Estocolmo en Isabel TESTÓN NÚÑEZ, Rocío SÁNCHEZ RUBIO y Carlos SÁNCHEZ RUBIO: La Memoria Ausente…

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Excepto cuando se especifiquen otros términos, El documento cartográfico militar manuscrito por Carlos Sánchez Rubio se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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