11. Cartografía de la Guerra de la Independencia Española
La producción cartográfica realizada en el marco de la Guerra de la Independencia Española puede calificarse como muy abundante debido a la confluencia de varias circunstancias. De entre todas ellas, sin duda la más determinante fue la escasa fiabilidad que presentaba buena parte de los mapas existentes.[1] Como se ha expuesto en un apartado anterior, gran parte de la cartografía disponible para los ejércitos que combatían en la Península –y en el resto de Europa– se podía encuadrar en la denominada cartografía de gabinete, de gran popularidad y difusión en la centuria anterior pero con una fiabilidad escasa para las necesidades militares debido a su método de elaboración a base de fuentes secundarias.
Las campañas napoleónicas por toda Europa, con sus enormes y constantes movimientos de tropas desplazándose por el continente entero, pusieron de manifiesto la falta de documentos cartográficos capaces de satisfacer las necesidades de la guerra moderna. Como indica acertadamente MARTÍN LÓPEZ,
ya no se trataba de moverse sobre el terreno propio y conocido, sino sobre terreno hostil, en el que no se podía contar con la información de la población. Tampoco bastaban los itinerarios, ni los croquis, que resuelven las situaciones tácticas, porque era necesario establecer una estrategia general.[2]
Este hecho obligó a los ejércitos contendientes a tratar de levantar nuevos mapas y planos que paliaran la escasa exactitud de los existentes y facilitaran la planificación de estrategias y la toma de decisiones en las operaciones militares concretas.
En este escenario, la cartografía militar experimentó un gran salto para paliar la necesidad de información y conocimiento que surge en las guerras que se suceden a partir de la Revolución Francesa, incluida la Guerra de la Independencia Española. Es en este momento cuando se produce la ampliación del foco de atención de la cartografía militar, que pasa de fijar su atención preferente en la plazas fuertes del territorio a representar el propio ámbito geográfico por donde debían desenvolverse los ejércitos.
Desde el Renacimiento la cartografía militar se había centrado de forma primordial en levantar y dibujar planos de plazas fuertes, de las plazas fortificadas. La poca movilidad de los ejércitos y la forma de guerrear no hacía necesaria otra representación. Aún en esta guerra será necesario disponer de planos fiables del estado de las plazas con vista a su defensa frente a asedios, y también para conocer los puntos débiles de las plazas fortificadas enemigas, para poder a su vez asediarlas.
Sin embargo, en las guerras napoleónicas el cambio en la forma de hacer la guerra, con una mayor movilidad de los ejércitos, llevó a la necesidad de conocer no solo las ciudades más importantes o las plazas fuertes del territorio, sino el espacio entre ellas, el terreno por donde los ejércitos debían transitar y aprovisionarse. Se revela fundamental el conocimiento exacto de los caminos, fuentes, vados, etc. En definitiva, las líneas de aprovisionamiento logístico de grandes ejércitos en movimiento. A modo de ejemplo, solamente en la campaña de 1811 en Extremadura, con ocasión de la batalla de La Albuera (16 de mayo de 1811), el ejército imperial contó con casi 25.000 soldados, mientras los ejércitos aliados español y luso-británico dispusieron de unos 35.000 efectivos en total. Por ello, era vital conocer bien el territorio por donde discurrían las tropas, la red de caminos, su estado, las poblaciones existentes y los recursos que ellas podrían hallarse.[3] Véase a este respecto la imagen siguiente, con un detalle del plano elaborado por ejército francés de parte del territorio extremeño alrededor del valle del Guadiana, en que se muestran las comunicaciones y orografía en torno a Trujillo, a la derecha del plano.
Paralelamente, la extensión del teatro de la guerra, como consecuencia del mencionado elevado número de tropas participantes, pero también por el creciente alcance y exactitud de la artillería de campaña, provocaron la necesidad de conocer y representar territorios más amplios que hasta entonces.
La ingeniería y la cartografía militar extendieron sus aplicaciones con el fin de adaptarse a una concepción más dinámica de la guerra. Se hacía necesario resolver los problemas logísticos relacionados con el movimiento de un gran ejército y el conocimiento y buen uso del territorio resultaba esencial.[4]
Esa fue la segunda de las razones que explican el enorme esfuerzo cartográfico que realizaron ambos bandos durante el desarrollo de la Guerra de la Independencia Española. A continuación se examina muy brevemente el papel de la cartografía en cada uno de los tres grandes ejércitos contendientes.