Almorávides y almohades

Después de casi 75 años de esplendor cultural, la llegada de los almorávides y posteriormente de los almohades abriría una nueva etapa en la vida islámica de Badajoz caracterizada por el celo religioso, además de las continuas campañas militares contra los reinos cristianos del norte. Tampoco la ciudad se libraría de numerosas revueltas entre los propios musulmanes, siendo este período convulso y poco propicio para las artes y la cultura.

Gobierno almorávide (1095-1146)

Los almorávides (del árabe al-murabit, hombres del ‘ribat’, conventos de ascetas que se encargaban de defender las fronteras del Islam) eran una confederación de tribus bereberes procedentes del Atlas magrebí, caracterizadas por su celo religioso, que constituyeron un imperio musulmán norteafricano que dominó Al-Andalus desde finales del siglo XI hasta mediados del XII.

Su entrada en la península bajo el mando de Yusuf b. Tasufin se debió a la ayuda solicitada por los reyes taifas de Sevilla, Granada y Badajoz para hacer frente a los reinos cristianos del norte. Pero tras su victoria en la batalla de Zalaqa (Sagrajas) en 1086 fueron conquistando todos los reinos taifas de Al-Andalus. En el 1094, ejecutaron al último rey aftasí de Badajoz, al-Mutawakkil, y la ciudad pasó a formar parte del imperio almorávide, que se extendía desde el Níger, en Africa, hasta la Sierra de Gredos.

Los reinos cristianos, especialmente Léon, Castilla y el recién constituido Portugal, se iban acercando peligrosamente a Badajoz en sus conquistas. Además, las revueltas internas provocadas por el descontento social no favorecían al ejército almorávide, y terminarían por debilitar finalmente la organización y administración de este imperio.

Los almorávides utilizaron el territorio extremeño como base para sus campañas militares, que se concentraron en el oeste de la Península. Así recuperaron Coria y Santarem, en manos cristianas desde que al-Mutawakkil las cediera a Alfonso VI de León. A partir de 1111 se abrió un periodo de constantes luchas entre almorávides y cristianos, aunque el territorio de Toledo, ya en manos cristianas, seguía siendo una barrera insalvable para los almorávides.

A mediados del siglo XII, tras conseguir la independencia para Portugal, Alfonso Enríquez comenzó una serie de campañas que culminaron con la conquista de Lisboa y de extensos territorios en esa zona. Por su parte, Alfonso VII de León aprovechó la debilidad ya manifiesta del imperio almorávide para emprender una ofensiva en territorio extremeño, que se saldó con la toma de Coria en 1142. Al romperse la capacidad militar de los almorávides, la unidad de Al-Andalus se resquebrajó de nuevo, dando lugar a los denominados segundos reinos taifas. La decadencia del poder almorávide en la península Ibérica coincidió con el declive de su imperio en el norte de África como consecuencia también de la expansión de un nuevo grupo: los almohades. En Badajoz estalló en 1145 una revuelta que terminó con la expulsión de los almorávides y la subida al poder de Sidray b. Wazir, que se proclamó rey, creando un reino taifa que se extendía por el interior de la actual Portugal con Beja y Évora como ciudades más importantes.

Breve período de independencia (1145-1158)

Con el nuevo rey Sidray b. Wazir la situación en Badajoz no fue tranquila ni pacífica. Las constantes revueltas que realizaban los pocos almorávides que quedaban en la ciudad provocaban muchas víctimas. Además, la independencia de Badajoz siempre estuvo en peligro con la llegada de los almohades a la Península, con la firme intención de incorporar al-Ándalus a su imperio ya establecido en el norte de África. Así, en el 1146, Sidray b. Wazir se rinde a los almohades en Beja, y entrega todo el reino de Badajoz. Sin embargo, los abusos que cometieron los almohades en las ciudades hispano musulmanas provocaron un alzamiento generalizado en el que también estuvo implicado Badajoz. Así, en el 1147 se expulsó a los regidores almohades de la ciudad y se nombró un nuevo rey independiente, Ibn Hayyan.

No duraría mucho el periodo de independencia de Badajoz, puesto que el rey Ibn Hayyan murió en una expedición de ayuda a los almohades en Sevilla contra los castellanos, en el 1158, incorporándose así definitivamente la ciudad al imperio almohade.

Gobierno almohade (1158-1230)

Los almohades surgieron como un movimiento religioso reformista que aglutinó a diversas tribus montañesas del Atlas magrebí. Se oponían radicalmente a los almorávides y emprendieron una reforma que suponía una reelaboración del dogma islámico. Sus seguidores recibieron el nombre de almuwahhidun, ‘los partidarios de la unicidad’.

Portugal intenta conquistar Badajoz. A partir de 1158, con su incorporación al imperio almohade, Badajoz será una plaza codiciada por los portugueses y los leoneses, y ferozmente defendida por los almohades. Y es que si para los portugueses estas tierras suponían una posible vía hacia el centro de la península, para los leoneses era la única ruta de expansión, encajonados como estaban entre Castilla y Portugal. Según el Tratado de Sahagún de 1158, Badajoz quedaba bajo conquista leonesa.

A pesar de este tratado, un portugués, Giraldo sem Pavore “el Cid portugués” arrasó y conquistó la zona de Cáceres en 1169, y proporcionó a su rey Alfonso Enríquez la oportunidad de apoderarse de Badajoz. El monarca puso cerco a la ciudad e incluso pudo entrar en la ciudad, pero Fernando II de León acudió en ayuda de los almohades y los portugueses levantaron el sitio precipitadamente, quedando herido en una pierna el rey Alfonso Enríquez al huir por una puerta. No es la que tradicionalmente se ha llamado puerta de la Traición en la Alcazaba, la puerta de la Coracha, sino otra situada en la muralla medieval.

Los almohades mejoran la alcazaba. La capital badajocense ya estaba prácticamente rodeada de castillos cristianos por el norte, oeste y sur. Por eso, los gobernadores almohades de Badajoz hicieron grandes esfuerzos por reforzar las murallas y construir las corachas, murallas que permitían abastecer de agua de forma segura a la ciudad en caso de sitio. Es precisamente en esta época cuando las murallas que rodean la Alcazaba adoptan su configuración actual, incluida la Torre de Espantaperros.

Declive del imperio almohade. El imperio almohade alcanzó su máximo poder y expansión tras la batalla de Alarcos de 1195, en la que los ejércitos musulmanes destrozaron a los de Alfonso VIII, y a partir de la cual los almohades recuperaron todas las plazas perdidas en Extremadura, aliviando así temporalmente la situación de Badajoz. Sin embargo, a causa de esta batalla perdida, los reinos cristianos olvidaron sus diferencias y se unieron frente al enemigo común para la decisiva batalla de las Navas de Tolosa, en 1212, en la que aplastaron a los almohades. Esta batalla marca el inicio del declive definitivo del imperio almohade en la península. La suerte de Badajoz estaba echada.

El monarca leonés Alfonso IX fue conquistando una a una las principales ciudades musulmanas de Extremadura: Alcántara, Cáceres, Montánchez y Mérida. Sin posibilidad de recibir refuerzos ante las tropas leonesas, Badajoz es entregada sin resistencia a Alfonso IX de León en 1230.

Legado islámico en la ciudad. La Cultura en Batalyaws

Además de la alcazaba se disponía una serie de torres o atalayas, utilizadas para vigilancia, que dominaban amplios espacios desde donde era posible vigilar áreas a decenas de kilómetros. Estas torres se encontraban a cierta distancia de la ciudad, conservándose restos de algunas de ellas, como las de Los Rostros, Torrequebrada, de Tres Arroyos o de los Frailes, del cerro del Bote o la de Yelves

Restos arqueológicos. No se han encontrado restos arqueológicos islámicos en gran cantidad, sobre todo teniendo en cuenta la importancia que tuvo Badajoz en esta época. Prácticamente todos los hallazgos encontrados en Badajoz se encuentran expuestos en el Museo Arqueológico Provincial.

• Estela funeraria de Sabur. Una pieza muy representativa es la estela funeraria del primer rey taifa de Badajoz, Sabur. Su estado de conservación es bueno, y está realizada en mármol con inscripción cúfica. Se encontró en la antigua mezquita situada en la Iglesia de Santa María del Castillo, o según otros cronistas, en una casa en calle Prim.

• Lápida funeraria de Ibn-al-Aftas al-Mansur. Está realizada en piedra de cantería, con inscripción cúfica, pero de forma rectangular, y no cuadrada como la lápida del Rey Sabur. La lápida fue hallada en 1883 también en la Iglesia de Santa María del Castillo.

• Testar de Puerta Pilar. Un testar era una zona donde los artesanos de la ciudad arrojaban los fragmentos de las piezas rotas o defectuosas durante el proceso de fabricación, y por tanto inservibles. En 1979 se descubrió casualmente, durante unas obras en las proximidades de la Puerta del Pilar en Badajoz, el testar que lleva su nombre. Gracias a esta localización se pudo inferir la extensión de la ciudad en aquella época. Esto es debido a que los testares de alfareros debían localizarse a cierta distancia de las murallas, por razones de tipo higiénico y de índole militar, por lo que hoy sabemos que la muralla que circundaba la ciudad en el siglo XI era de bastante menor extensión que la construida siglos después.

Elementos culturales y socieconómicos.  La configuración de las calles musulmanas de Badajoz ha llegado a nuestros días. El trazado de las actuales calles Suárez de Figueroa, San Atón, Morales, San Pedro de Alcántara, Norte, Moreno Zancudo, Brocense, Costanilla, San Lorenzo y Concepción Arenal muestra el tipo de calle estrecha e irregular que caracteriza a las ciudades musulmanas. Es de destacar también algunos elementos toponímicos existentes aún hoy procedentes de esta época, como los lugares de la Atalaya, Sagrajas, el Vado del Moro, y fundamentalmente el nombre del río junto al que se sitúa la ciudad: el Guadiana.

La Cultura. El papel que desempeñó la cultura en al-Andalus fue de gran importancia. Al contrario de lo que sucedía en los reinos cristianos, donde estaba prácticamente confinada a los monasterios, en al-Andalus hubo una constante preocupación por extender la enseñanza y la cultura desde los primeros califas omeyas. Existía en la sociedad musulmana una clara conciencia de la necesidad de dar a los niños y jóvenes una formación y educación. La corte aftasí de la taifa de Badajoz procuró conseguir un gran nivel cultural, con numerosos poetas, sabios, médicos, etc.

Las cortes de los reyes de taifas, así como la de los emires y califas andalusíes, disponían de bibliotecas propias con un elevado número de libros de distinta temática. De todas las artes la poesía fue la más cultivada en al-Andalus, ya que todas las cortes de los monarcas musulmanes mantenían a sus propios poetas, siendo los mismos reyes poetas de notable valía. Todo esto, unido al gusto por la filosofía, la música y el baile, la jardinería, entretenimientos como el ajedrez, y la aplicación de multitud de adelantos tecnológicos en la agricultura, navegación, medicina, etc. hacían de al-Andalus una zona muy adelantada culturalmente en comparación con los reinos hispanos cristianos de la Alta Edad Media.

La corte del reino taifa de Badajoz se convirtió durante la dinastía aftasí en un centro cultural de primer orden en el conjunto de al-Andalus. Especialmente reseñables son dos de los monarcas, al-Muzaffar y al-Mutawakkil, que se rodearon de algunos de los más destacados eruditos de la península. Los propios monarcas, especialmente al-Muzaffar, destacaban como autores de obras poéticas, rivalizando en erudición y sensibilidad con los poetas de su corte. Juristas, médicos, gramáticos, astrónomos y poetas se instalaron en la corte aftasí desarrollando su labor al amparo del mecenazgo de los monarcas. Muchos de ellos nacieron y se formaron en el propio Badajoz, viajando posteriormente por las distintas cortes musulmanas de la Península o incluso a Oriente Medio para completar su formación.

Poetas badajocenses. Como hemos visto, la poesía era una de las facetas culturales preferida para los monarcas aftasíes, sin despreciar a otras. Durante su gobierno, numerosos poetas vivieron y trabajaron para los reyes taifa badajocenses. Sin olvidar a los monarcas al-Muzaffar y al-Mutawakkil como poetas, podemos destacar a los siguientes: Ibn al-Sīd al-Batalyawsī, Ibn ‘Abdūn, Abū-l-Hasan Ibn Sa’īd al-Qabturnu, Ibn-Bayn-al-Batalyawsí, Ibn-Yaj-al-Batalyawsí., Ibn Muqana, Battal-al-Batalyawsí.

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