Siglo XVII. La Guerra de Restauración

Tras más de un siglo de paz y prosperidad, a mediados del siglo XVII nuevamente se encuentra la ciudad en mitad de un conflicto bélico, en el que jugará un papel muy importante por su posición fronteriza con Portugal. La Guerra de Secesión, o de Restauración, como es conocida por los portugueses, se desarrolló entre los años 1640 y 1668, y puso punto final a la época de mayor esplendor de la ciudad, comenzando de esta forma un período que dejaría a Badajoz devastada.

Regulación de la vida cotidiana

Como ciudad de realengo, Badajoz dependía directamente de la jurisdicción real. El cargo de mayor importancia, nombrado directamente por el Rey, era el de Corregidor, que poseía grandes potestades en la administración municipal, teniendo como funciones, entre otras, la de nombrar al Alcalde Mayor, cuidar y velar por la seguridad en el campo, vigilar el contrabando con Portugal, conservar el patrimonio comunal, etc.

Además del Alcalde Mayor, nombrado por el Corregidor y que ocupaba su lugar en caso de que éste faltara de la ciudad, el concejo municipal estaba formado, generalmente, por tres Alcaldes Mayores del Cabildo y hasta 34 regidores, equivalentes a los actuales concejales. Por otra parte, existían también una serie de oficiales encargados de vigilar todos los aspectos socioeconómicos de la vida en la ciudad, como por ejemplo, Letrado de la ciudad, Receptor de Bellotas, Veedor de las obras de la ciudad, Pesador de harina, Examinadores de sastres, etc.

“Las guerras de Portugal”.

Causas

Las causas de la revuelta que inicia la guerra hay que buscarlas principalmente en la mala política económica que desarrollaron los reyes hispanos en Portugal, con pérdidas coloniales incluidas, lo que provocó el descontento de la población, liderada por la nobleza. Igualmente el sentimiento antiespañol se expandió por todas las clases sociales. Finalmente, el 1 de diciembre de 1640, se produjo la proclamación del Duque de Braganza como Rey de Portugal, iniciándose así la Guerra de Secesión o de Restauración

Guerra de rapiña.

La Guerra de Restauración fue una guerra muy estática, sin grandes batallas –salvo las de Montijo (1644), Líneas de Elvas (1659), Estremoz (1662) y Montes Claros o Villaviciosa (1665)– en las que los principales movimientos tenían más que ver con el saqueo, rapiña y destrucción de campos y cosechas (lo que se llamaba “correr la frontera”) que con acciones bélicas. En numerosas ocasiones, además, quienes ocasionaban las mayores molestias eran los soldados propios. La excepción a este tipo de acciones fueron los asedios a las poblaciones, entre ellas Badajoz en 1658.

Asedio a Badajoz de 1658

Habría que hablar propiamente de un solo asedio, aunque hubo varias tentativas de asalto que fracasaron. En 1658 un ejército al mando del general Mendes de Vasconcellos puso asedio a Badajoz, tras fracasar su intento de tomar en primer lugar el fuerte de San Cristóbal. Tras varios meses completando el cerco de la ciudad, con fuertes combates entre defensores y atacantes, y después de numerosas calamidades en ambos bandos, el ejército portugués tuvo que retirarse ante la llegada de un ejército de socorro a la ciudad bajo el mando del valido del Rey Felipe IV, don Luis Méndez de Haro.

El recién nombrado Obispo de Badajoz, que durante el asedio hubo de refugiarse en Zafra, murió incluso sin poder entrar en la ciudad.

Final de la guerra

Después del asedio de 1658 Badajoz no volvió a ser escenario de grandes acciones bélicas, pero sí fue la base de operaciones mayor de la frontera, y la sede del Real Ejército de Extremadura. Fianlmente, tras la victoria portuguesa en la Batalla de Villaviciosa de 1665 Portugal recuperó definitivamente su independencia 1668. La guerra había durado 28 años.

Badajoz después de la guerra

Badajoz se encontraba nuevamente en una posición fronteriza frente a un enemigo hostil. Además había sufrido numerosos e importantes daños en edificios de su interior, además de tener seriamente dañadas las murallas y demás elementos defensivos, por lo que se acometió la labor de repararlos, siempre con más voluntad que dinero. Es en este momento cuando cambia la forma defensiva de la ciudad, que pasa de tener unas obsoletas murallas medievales a un complejo y moderno sistema abaluartado.

Por otra parte, el enorme esfuerzo y desgaste sufrido por la población, que además de defenderse del enemigo debía mantener a los soldados propios, había provocado la huida de una parte importante de la población hacia lugares más tranquilos y alejados de la guerra.

La ciudad. Dos son las vistas principales de la ciudad que nos han llegado de esta época, dibujadas en 1668 y 1669, al poco de terminar la guerra. Por un lado, la dibujada por Pier Maria Baldi, en 1669, desde los campos de San Roque. Un año antes, Lorenzo Possi había dibujado la ciudad desde el otro lado, desde la margen derecha del río Guadiana. Son las dos vistas más antiguas conservadas de la ciudad.

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