Conquista de Badajoz y Edad Media

Después de la conquista de Badajoz por Alfonso IX de León, que puso fin a 355 años de dominio musulmán, la ciudad pasó a ser cristiana, asentándose todas las instituciones que el reino de León, primero, y después de Castilla y León poseía: Concejo, Iglesia, Órdenes Militares, etc. Nuevos pobladores llegarían a la ciudad y con la concesión del Fuero de Badajoz se favorecería la repoblación. En el interior de la Alcazaba se estableció el poder religioso de la ciudad. Aquí tuvo su primera sede el Obispado, en la iglesia de Santa María del Castillo, que fue catedral mientras se construía el templo de San Juan. También las órdenes militares de Alcántara o Santiago. Además, diferentes ermitas como las de San Pedro, del Rosario o de la Consolación salpicaban el recinto.

Ciudad de Frontera

El 9 de noviembre de 1252, el rey Alfonso X de Castilla se encuentra en Badajoz, desde donde expide varios documentos de privilegios, entre ellos algunos relativos a la Universidad de Salamanca y a la ciudad de Oviedo. Durante aquellos días se reunió, casi con total certeza, con el rey Alfonso III de Portugal para resolver las cuestiones fronterizas entre ambos reinos.
En 1267 los reyes Alfonso X de Castilla y Alfonso III de Portugal se reúnen en Badajoz para discutir y firmar el Tratado de Badajoz, por el que quedaron fijadas las fronteras entre Castilla y León con Portugal. El Tratado especifica que los ríos Caya y Guadiana quedan como referencia para situar la frontera entre ambos reinos al sur de Badajoz. De esta forma se consolida la incorporación del Algarbe a la corona portuguesa.

En 1287 visitan Badajoz las reinas consortes de Portugal, Isabel de Aragón, y de Castilla, María de Molina, junto con la reina madre de Portugal, Beatriz de Castilla, con la finalidad de intentar establecer una paz que pusiera fin a los enfrentamientos dinásticos en Portugal, que estaban afectando igualmente al reino de Castilla.

Fuero de Badajoz. La conquista de la Badajoz en 1230 por parte de las tropas leonesas, con el Rey Alfonso IX al frente, provoca un profundo cambio jurídico, social y económico en la ciudad. Jurídicamente Badajoz pasa a tener la consideración de ciudad de realengo, es decir, dependiendo directamente del Rey, sin estar bajo la jurisdicción de Órdenes Militares, obispados ni señores feudales. Aunque muchos de los pobladores musulmanes permanecieron en la localidad, una de las tareas principales en todos los territorios conquistados en la época fue la atracción de nuevos pobladores. Para ello se establecieron diversas medidas como fueron la delimitación de un término municipal suficientemente amplio como para soportar a esa nueva población, o el otorgamiento de fueros a los concejos. Los fueros eran una serie de privilegios, exenciones y concesiones que se aplicaban a los vecinos de una localidad, así como los deberes y las penas por incumplimiento de los mismos, con el fin de incentivar la llegada de nuevos pobladores. El primer Fuero otorgado a Badajoz lo fue por el propio Alfonso IX, aunque hoy no existe copia del mismo. De igual forma, para fomentar la instalación de nuevos vecinos se les entregaban tierras y viviendas, materiales de labranza y de construcción, se les eximía de impuestos e incluso se perdonaban sus posibles cuentas con la justicia.

El fuero de Cáceres, por ejemplo, establecía entre otras normas:

–> Se reconoce a los pobladores de la misma como hombres libres.

–> Se prohíbe a las órdenes militares y religiosas que se establezcan dentro del recinto amurallado.

–> Se prohíbe que ningún poblador de la ciudad pueda venderles a las órdenes anteriormente citadas propiedades intramuros.

–> En la ciudad no podrían levantarse más palacios que uno para el rey y otro para el obispo para de esa forma dejar claro en manos de quien recaía la verdadera autoridad en la ciudad.

–> Todos los que desearan ir a repoblar Cáceres serían iguales ante los ojos de la ley ya fueran cristianos, judíos o musulmanes, sin que ninguno de ellos tuviera que responder por actos
realizados antes de la conquista de la ciudad.

Los fueros también otorgaban el privilegio de celebrar ferias francas. En Badajoz se celebraban en la plaza alta desde época islámica. Y la importancia económica de estas ferias es que a ellas podían acudir tanto cristianos (de los distintos reinos) como judíos o musulmanes, tanto amigos como enemigos, así libres como esclavos, lo mismo de tierra de musulmanes que de cristianos. A todos ellos se les concedía una tregua por el tiempo que estuviesen en la feria, y durante la misma no se les podían cobrar deudas ni apresar por delitos que hubieran cometido en otro lugar.

La repoblación. La repoblación tropezó con la conquista pocos años después del valle del Guadalquivir, unas tierras muy fértiles que atrajeron a muchos repobladores en detrimento de las tierras extremeñas. Con la llegada de nuevos moradores a Badajoz existirá una convivencia pacífica, aunque no exenta de épocas de fuertes tensiones, entre cristianos, judíos y mudéjares (los musulmanes que optan por permanecer en tierras cristianas). Cada uno de estos grupos se irá concentrando en zonas de la ciudad más o menos definidas, que aun hoy son reconocibles. Podemos decir que la población judía se situaba en el entorno de las calles de Moreno Zancudo, Soto Mancera, Encarnación, Norte, San Lorenzo, El Brocense… En cuanto a la “morería”, ésta se localizaría en el área entre la torre de Espantaperros, el Río Rivillas y el Campillo, en el área de las actuales calles de Campillo, Castillo, Peralillo, Costanilla, Jarilla… Estas delimitaciones son orientativas, ya que no se puede hablar de una judería o morería propiamente dichas, pues no existieron como tales.

La matanza de Bejaranos y Portugaleses.  Tras la conquista de Badajoz en el 1230, varios de los participantes en dicha conquista se asentaron en la ciudad como repobladores gracias a las tierras y privilegios que se les otorgaron. Estos grupos se convirtieron después en algunos de los linajes más importantes y poderosos de Badajoz, hasta el punto de disputarse entre ellos el control sobre los órganos de gobierno del concejo, lo que equivalía a tener el poder absoluto en la ciudad. Los dos linajes más poderosos de todos, los portugaleses y los bejaranos, procedentes de Portugal y de la Sierra de Béjar en Salamanca respectivamente, protagonizaron uno de los sucesos más sangrientos de la historia de Badajoz, que terminaría con la extinción total de ambos bandos.

El origen de estas disputas hay que buscarlo tanto en los litigios por la posesión de tierras como, lo más importante, en la lucha por la supremacía política en la ciudad. Ésta estaba en poder de los portugaleses, que se valían de ella para efectuar frecuentes usurpaciones territoriales y otros abusos. En más de una ocasión tuvo que intervenir Sancho IV para poner paz entre ambos bandos. Sin embargo, el Rey otorgaba la razón a uno u otro bando alternativamente, dependiendo de la conveniencia política del momento.

Debido a esta indefinición del Rey acerca de quién tenía la razón de su parte, los bejaranos, supuestamente instigados por el Rey, decidieron actuar por la fuerza, y en abril de 1289, se produjo una matanza de portugaleses en la ciudad.

Sancho IV, ante la brutalidad de los bejaranos, decidió enviar un ejército para castigarlos, a lo que respondieron éstos inmediatamente tomando partido por Don Alfonso de la Cerda, que reclamaba el trono de Castilla frente al Rey Sancho. Sitiados en Badajoz, los bejaranos se hicieron fuertes en el castillo y sólo accedieron a rendirse cuando el propio Rey prometió perdonarles la vida. Pero una vez rendidos, Sancho IV ordenó que los bejaranos fueran exterminados totalmente, siendo degollados todos ellos el día 19 de mayo de 1289 en el llamado desde entonces Campo del Osario, donde posteriormente se levantaría la ermita de San Roque. Según las diversas fuentes, pudieron morir hasta 4.000 bejaranos ese día, aunque la cifra real sería sin duda mucho menor. De esta forma, los dos linajes más poderosos del Badajoz medieval desparecieron completamente en menos de dos meses, siendo sus posesiones entregadas al Concejo y a los integrantes del ejército que reprimió la rebelión. De igual forma, con esta manifestación de fuerza y firmeza Sancho IV reforzó su posición frente al pretendiente Alfonso de la Cerda y se ganó el sobrenombre de “el Bravo”.

Este suceso dio origen a múltiples leyendas y romances, siendo uno de los primeros conocidos el escrito por el poeta badajocense Lorenzo Sepúlveda trescientos años después de los hechos, en el siglo XVI, y que fue una de las obras más conocidas en la época.

Badajoz en los siglos XIV y XV

Siglo XIV. Badajoz arrasado. Guerras, peste, despoblamiento, hambruna.

El siglo XIV es una época de especial desgracia para Badajoz. Durante todo este siglo se suceden las guerras y enfrentamientos entre Castilla y Portugal por cuestiones dinásticas y el dominio del territorio. Badajoz, situado como primera población castellana sufrirá los embates de las tropas portuguesas durante todo el siglo, además de servir de base de las tropas castellanas que luchan contra aquellas. En muchas ocasiones estas tropas castellanas se comportaban incluso peor con la población que los propios enemigos. Badajoz contemplará los múltiples ataques y contraataques de ambos bandos, además de servir de escenario en muchas ocasiones de conversaciones e intentos de restituir la paz.

En este contexto se producen en Badajoz, al igual que en el resto del reino varias epidemias de peste, que agravarán aún más la situación de la ciudad. Durante el siglo XIV se pueden destacar hasta seis grandes epidemias de peste, la más importante de las cuales sucedió a partir de 1348, diezmando a la población de Badajoz.

Por otra parte las continuas escaramuzas guerreras, con el arrasamiento de tierras, incendio de cultivos y robo de ganados provocaron una hambruna en la población, incapaz de soportar tantas desdichas. Por todo ello Badajoz fue poco a poco abandonado por sus pobladores, estando hacia finales de este siglo prácticamente despoblada y a punto de desaparecer por completo. Sólo gracias al tesón de algunos de sus moradores, Badajoz pudo escapar de la desaparición.

Tampoco los alrededores de la ciudad se verían libres de todas estas calamidades, y así durante este siglo resultaron destruidas y despobladas varias de aldeas dependientes de Badajoz, como Mañoca, Valdesevilla, Sarteneja o Bótoa. Debido a la especial situación de Badajoz, en la frontera entre Castilla y Portugal, todas aquellas cuestiones entre ambos reinos tenían una considerable influencia sobre la ciudad, al igual que sucedía con la vecina Elvas. Así, en todas y cada una de las disputas dinásticas de esta época entre ambos reinos Badajoz tomará partido una y otra vez por alguno de los contendientes. Especialmente importante para el futuro de la ciudad fue la firma del Tratado de Alcañices, de 1297, entre una débil Castilla y un fortalecido Portugal. Mediante este tratado algunas poblaciones dependientes de Badajoz (Olivenza, Campomayor, Cheles u Ouguela) pasaron a manos portuguesas, dejando desguarnecida la ciudad.

Finalmente, después de tantas desgracias, y casi despoblada, Badajoz fue finalmente ocupada por las tropas portuguesas durante siete años, desde 1396 a 1403, siendo el único periodo de su historia en que ha estado bajo la corona portuguesa. En 1403 la ciudad fue devuelta a la corona castellana.

La caldera del portugués.  Cuenta la leyenda (que parece tener algunos elementos ciertos) que en 1383, durante la celebración del Corpus en Badajoz, un caballero portugués robó el pendón de la ciudad y huyó hacia Elvas. Perseguido por caballeros badajocenses llegó ante las murallas de la ciudad portuguesa, y al encontrarse las puertas cerradas tiró el pendón por encima de ellas, siendo apresado por los españoles, que le llevaron de vuelta a Badajoz y le cocieron vivo en una gran caldera. Desde entonces, en la festividad del Corpus los portugueses hacían ondear el pendón robado desde sus murallas, mientras que en Badajoz presidía la procesión un gran caldero.

Siglo XV. Comienza la paz.

El siglo XV fue un siglo de transición en Badajoz. Con él comienza un periodo de paz en la ciudad que facilitaría su recuperación paulatina después de tantas calamidades sufridas. Poco a poco comienzan a regresar sus moradores huidos, y a incorporarse nuevos pobladores, en el germen del periodo de esplendor que sucedería en siguiente siglo.

Pero a pesar de todo aún se vivieron en la ciudad momentos de tensión como consecuencia de los reiterados enfrentamientos entre Castilla y Portugal, uno de cuyos momentos más complicados fue la guerra civil que enfrentó a los partidarios de Isabel de Castilla y de Juana la Beltraneja, apoyada esta última por Portugal. En Badajoz se reproducen las divisiones entre partidarios de ambos bandos. Es en esta época cuando comienza a fortalecerse el poder de las grandes familias de la ciudad. A falta de una nobleza fuerte, fueron las diferentes familias poderosas de Badajoz quienes tuvieron el poder y lo usaron muchas veces en su propio provecho, ocupando tierras comunales y usurpando propiedades, lo que provocó reiteradas quejas a los reyes. Algunos apellidos ilustres de la ciudad en aquella época son los Sánchez de la Rocha (familia que durante siglos ejerció un importante papel en la política de la ciudad), Suárez de Figueroa, Caldera, Sánchez de Badajoz, Thovar, Hurtado, Godoy…

Es en este momento cuando se produce el intento de señorialización más importante de la historia de ciudad, cuando Hernán Gómez de Solís intenta (y consigue durante algunos años) tomar el poder y hacerse Señor de Badajoz. Incluso se construyó en el interior del castillo su casa fuerte a partir de 1465 para lo que incluso invade y ocupa en su provecho el espacio de la propia Puerta del Alpendiz. A partir de la expulsión de este personaje de la ciudad se derribó lo que de fortificado tenía la casa, salvo una de las torres que ha llegado hasta nuestros días, la que albergó el pabellón de autopsias del Hospital Militar.

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