La guerra de Sucesión Española

Una nueva guerra asola Badajoz

Tan solo habían pasado unos cuarenta años desde el último asedio portugués de la ciudad, en 1658, que la había dejado muy dañada, y una nueva guerra estallaba. En este conflicto se “estrenaría” la nueva fortificación abaluartada de la ciudad. Una guerra que también tendría a Badajoz como escenario destacado, y que arruinaría aún más, si cabe, a la ciudad.

Causas de la Guerra de Sucesión española

Tras la muerte en 1700 sin descendencia del último rey Austria, Carlos II, se desata una lucha entre pretendientes al trono en la que interviene toda Europa. Tanto el rey Luis XIV de Francia, de la Casa de Borbón, como el emperador Leopoldo I del Sacro Imperio Romano Germánico, de la Casa de Habsburgo alegaban derechos a la sucesión española, debido a que ambos estaban casados con infantas españolas hijas de Felipe IV y asimismo, las madres de ambos eran hijas de Felipe III.

Una tercera vía, la del príncipe José Fernando de Baviera fracasó por su prematura muerte. Era bisnieto del rey Felipe IV de España y de su segunda mujer, la reina doña Mariana de Austria, y sobrino nieto del rey Carlos II de España.

Finalmente, poco antes de su muerte, se Carlos II declaró como heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, que contaba con el apoyo de Francia. El otro aspirante era el Archiduque Carlos de Austria, apoyado por Inglaterra, Austria, Holanda y Portugal. En realidad no se trataba tanto de la corona española, como de conseguir la supremacía política europea. Portugal obtuvo del Archiduque Carlos la promesa de incorporar las plazas de Alcántara, Alburquerque y Badajoz en caso de conseguir la corona española.

Fue esta una guerra que tuvo un carácter más general, pues se desarrolló por toda Europa, aunque Extremadura y Badajoz, por su posición estratégica, jugó de nuevo un papel primordial en las acciones militares.

Defensa de la ciudad

Tras una primera ofensiva de Felipe V sobre Portugal, hubo un contraataque del ejército del archiduque Carlos que cogió a la ciudad con las defensas en precario estado y con una escasa guarnición, compuesta principalmente por miembros de las Milicias Urbanas. Las milicias urbanas eran unos cuerpos armados de defensa, mantenidos por la propia ciudad, y que habían tenido una importante intervención ya en la guerra anterior. Aún así, la ciudad ya contaba con un cinturón amurallado a la moderna, incluso con proyectos para hacerla aún más fuerte. Y a su guarnición se incorporaron militares franceses, como los ingenieros Villars Lugein o Rerie

El asedio de 1705

En el otoño de 1705 comienza un nuevo asedio a la ciudad por parte de las tropas angloportuguesas, comandadas por el Marques de las Minas y el británico Galloway, que contaban con cerca de 30.000 hombres, mientras que la guarnición de Badajoz, bajo el mando del Marqués de Bay y el francés Villars Lugein, estaba formada por unos 5.000 hombres.

El ataque tuvo lugar por el este de la ciudad, la zona más desguarnecida por su escasa altura, que fue bombardeada para romper el lienzo de muralla. Pero al comprobar que la población civil ayudaba en las tareas de reparación de la muralla, se decidió bombardear el interior de la ciudad, quedando la ciudad por este sector complemente arrasada.

La llegada de un ejército de socorro, justo cuando ya se había conseguido abrir una brecha en el baluarte de San Pedro, obligó al Marqués de las Minas a desistir del asalto y ordenar una retirada ordenada hacia Elvas. El asedio había durado 16 días, durante los cuales no habían cesado de caer sobre la ciudad innumerables proyectiles de artillería y bombas.

La ciudad solicitó a Felipe V la exención de todos los impuestos durante 40 años, por los daños sufridos, para así ayudar a la reconstrucción de la ciudad. La respuesta fue la exención de unos pocos impuestos por un período limitado de tiempo.

Al año siguiente del intento fallido de asalto a Badajoz, las tropas del Archiduque lograron tomar Cáceres, Alcántara y Plasencia, por lo que Badajoz quedó como única plaza fronteriza leal a Felipe de Anjou. Esta campaña culminó incluso con la entrada en Madrid de las tropas anglo-portuguesas, que proclamaron como rey a Carlos de Austria.

Acciones de rapiña

Durante la contienda, cuando no había movimientos militares en los alrededores, partidas de soldados y vecinos armados de la ciudad se adentraban en territorio portugués para realizar acciones de saqueo y rapiña. Esta tarea era confiada casi siempre a los vecinos de la ciudad, debido al perfecto conocimiento que tenían del terreno. De igual modo, los portugueses organizaban partidas con el mismo fin en territorio español.

La Batalla de la Gudiña

En 1709 se produjo una nueva ofensiva de los partidarios del Archiduque Carlos sobre Badajoz, con el fin de sitiarla y tomarla al asalto. Sin embargo, en esta ocasión, el Marqués de Bay presentó batalla en los campos de la Gudiña, al noroeste de la ciudad, entre los ríos Gévora y Caya. El resultado favorable a los badajocenses de esta acción impidió cualquier ataque directo sobre la plaza, que en lo sucesivo no sufriría más ataques hasta el final de la guerra.

A partir de la Batalla de la Gudiña, las acciones mutuas de saqueo fueron disminuyendo de intensidad. Además, las victorias de Felipe de Anjou en Brihuegas y Villaviciosa contribuyeron a afianzarle como Rey de España. El 17 de abril de 1711 murió el emperador José I de Habsburgo, siendo su sucesor su hermano el archiduque Carlos, lo que dio un vuelvo de nuevo a las expectativas de todos los participantes. Finalmente, en 1715 se firmó el Tratado de Utrech, por el que se ponía fin a la guerra, que de nuevo dejaba a la ciudad arrasada y arruinada.

Tratado de Utrecht. Por el Tratado de Utrecht entre la Monarquía de Gran Bretaña y otros estados aliados y la Monarquía de Francia, se llevó a cabo la tan temida partición de los estados de la Monarquía Hispánica que Carlos II y sus consejeros habían querido evitar. Los Países Bajos católicos (correspondientes aproximadamente a las actuales Bélgica y Luxemburgo), el reino de Nápoles, Cerdeña y el ducado de Milán quedaron en manos del ahora ya emperador Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico, mientras que el reino de Sicilia pasó al duque de Saboya (aunque en 1718 lo intercambiaría con Carlos VI por la isla de Cerdeña). El 10 julio se firmó un segundo Tratado de Utrecht entre las Monarquías de Gran Bretaña y de España según el cual Menorca y Gibraltar pasaban a la Corona británica.

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